¿Por qué sentir determinadas emociones como el enfado, la rabia o el miedo está mal? ¿Por qué solemos huir de la envidia o los celos? ¿Por qué solo están bien vistas la alegría y el amor? No es un secreto hoy en día que nuestra sociedad huye cada vez más del dolor y de las emociones “conflictivas” y corre hacia el placer, lo agradable y lo cómodo.

De hecho, como dice Norberto Levy, solemos pensar que las emociones son el problema, cuando en realidad, el problema es que no sepamos leer e interpretar la información que éstas nos aportan.

Es como si se nos encendiera el botón rojo del coche y nos avisa de que nos estamos quedando sin gasolina y culpáramos al botón por encenderse emociones¿nos quedaríamos ahí sin hacer nada? ¿miraríamos para otro lado porque el botón se ha encendido? No, damos las gracias porque exista ese fantástico botón que nos avisa que tenemos que ir a la gasolinera más cercana a repostar para no quedarnos tirados en la carretera. Gracias a nuestra experiencia, hemos aprendido a leer la información que el botón nos proporciona, nos alerta de que nos estamos quedando sin combustible.

¿Por qué no podríamos hacer lo mismo con las emociones? Ya hemos dicho muchas veces que las emociones no son ni buenas ni malas, de hecho, están ahí para ayudarnos a sobrevivir y a vivir de acuerdo a nuestros valores, a lo que para nosotros es importante. Solo hemos de decidir aprender a leerlas, a prestar atención a cómo se manifiestan en nosotros y qué nos están queriendo decir.

Por ejemplo, si el hombre de las cavernas no hubiera sentido miedo al ver la enorme boca del león y sus afilados dientes, no hubiera echado a correr hacia la cueva para ponerse a salvo, con lo cual, no hubiéramos sobrevivido.

Las emociones son un sistema de señales muy avanzado que nos alertan de que hay un problema y nos remiten a él para solucionarlo, nos orientan hacia el camino. ¿Por qué no oírlas entonces, por miedo a lo que vayamos a encontrar? ¿por miedo a no saber gestionarlas? ¿por miedo al posible resultado? Como decía la psicóloga Pilar Arranz, la comunicación puede ser dura, pero la incomunicación puede serlo mucho más.

Te animo a aprender a comunicaros con vosotros mismos, para aprovechar toda la información que os brinda vuestro cuerpo y así poder vivir de manera más consciente con vosotros mismos y con los demás.