Ayer fue un día muy esperado o muy temido, tanto para los escolares, como para sus padres, y es que el curso finalizaba y llegaban las maravillosas o temidas notas. Ese día daban en el colegio un papelito donde se plasmaba el supuesto rendimiento del niño durante ese año en el colegio e iba ser utilizado por la mayoría de los padres para decidir si había o no vacaciones, si se podía ir al campamento o si por el contrario le tocaba al escolar seguir estudiando durante todo el verano haciendo esos odiosos cuadernillos que alegremente promocionan las editoriales.

En estos días también aumentan las consultas de los padres preocupados porque sus hijos no han conseguido el rendimiento esperado y ellos ya no saben que hacer, algunos incluso, sienten que estudian y suspenden con ellos.

fracaso-escolarLa realidad es que el tema del fracaso escolar es más complejo de lo que parece a simple vista. Al pensar en suspensos, todos pensamos automáticamente en tener que estudiar más,  ya que esta es la solución más fácil y rápida, pero ¿puede ser que la manera de estudiar no sea la correcta? ¿puede que ese niño no sepa estudiar? ¿puede que se haya estado esforzando y aun así haya suspendido? Existen numerosos estudiantes que aun echándole ganas y millones de horas, sus resultados no van acordes con sus esfuerzos. Por lo tanto, cabe reflexionar sobre qué otros aspectos están influyendo, igual le estamos exigiendo demasiado, igual tiene una baja autoestima, igual le estamos dando una importancia desmesurada a las notas, igual hay otros asuntos que le preocupan más al niño…

Y la gran pregunta de los papás es ¿le castigamos? Pues la verdad es que no hay una respuesta correcta o incorrecta a esa pregunta. Desde mi punto de vista, los castigos como tal no funcionan, por eso siempre digo que apuesto por las consecuencias naturales de las acciones, es decir, si el niño ha suspendido, es una consecuencia natural el estudiar para las recuperaciones de septiembre, por lo tanto ¿para qué añadir más?

Por otro lado, lo importante es que ellos puedan reflexionar sobre cuáles han sido sus fallos y cómo solucionarlos, o pedir ayuda si lo necesitan, y dicha reflexión la tenemos que promover los padres a través del diálogo. Esta conversación supone que los padres aprendamos a relativizar los dichosos numeritos de los boletines y aprendamos a mirar más allá, mirar al niño. Buscar un momento de tranquilidad y de calma para hablar con él, averiguar que opina, que piensa y cómo se siente respecto a sus notas, comprendiéndole y animándole a que aprenda de sus errores (que no es lo mismo que decirle que no pasa nada y premiarle).

Debemos ser conscientes de que ellos también necesitan descansar, aprovechar el verano para jugar al aire libre, aprender a organizar su tiempo de ocio, conocer gente nueva y lo principal, estar con sus padres en espacios nuevos y divertidos. Si este aprendizaje se da ¿podemos “apartar” las notas?