Siempre que pensamos en el juego, lo vemos como una cosa de niños donde el objetivo es simplemente divertirse. De hecho, los adultos, solemos quitarle importancia al hecho de jugar y normalmente le damos prioridad a otras cosas, como que el niño estudie, que haga los deberes, que se lave los dientes…
Pero el juego es mucho más que diversión, el juego es a menudo una herramienta, un recurso, un lenguaje. A través del juego los niños pueden elaborar y comprender situaciones difíciles, integrar emociones dolorosas, comunicarnos sus necesidades y establecer contacto y conexiones íntimas con nosotros, siempre y cuando, estemos atentos.
Por otro lado, el juego también puede ser una herramienta para nosotros, los adultos. A través del juego podemos conseguir que los niños acepten e integren mejor las normas, sin tener que recurrir a premios y castigos, es decir, conseguir que se duerman a su hora, que hagan sus tareas, que no peguen a su hermanito… Por ejemplo, si con la llegada de un nuevo hermanito, el niño siente celos, podemos invitarle a que juegue con nosotros a peleas de almohadas, haciéndonos los débiles y un poco de drama cada vez que nos de, para que así descargue su enfado con nosotros y de paso fomentemos la risa y pasemos un rato agradable con él. Otra opción es dedicarle media hora de juego exclusiva con él, jugar a lo que él quiera o simplemente mirarle durante 30 minutos. ¿Os habéis parado a pensar en los beneficios que obtendríamos de este simple juego? ¡Os invitamos a probarlo!
Los niños de hoy en día pasan la mayor parte del tiempo en el colegio, en clases extraescolares, aprendiendo idiomas o haciendo deberes y cada vez tienen menos tiempo para jugar. Nosotros, sus padres los adultos que los acompañamos, cada vez pasamos más horas en el trabajo y cada vez nos preocupa más el ámbito académico y que nuestro hijo consiga las habilidades y conocimientos necesarios para poder desenvolverse el día de mañana en el competitivo mundo laboral. Pero se nos esta olvidando lo más importante, que los niños aprenden y se desarrollan a través del juego y del contacto con los demás y con la naturaleza. Esa es la base para “hacer” niños sanos, felices y competentes el día de mañana.
Por este motivo, nos gustaría recomendaros el libro de Aletha J. Solter titulado “Juegos que unen”, en él da numerosas ideas sobre cómo poder ayudar a los más pequeños (y no tanto) a través del juego. ¡A Jugar!