Todos en algún momento de nuestra vida (sobre todo cuando estamos tristes) nos sorprendemos diciéndonos a nosotros mismos frases del tipo “No puedo”, “No tengo que hacer nada que no quiera”, “No me apetece”…

Estas frases y otras famosas, como “No tengo tiempo” o “Esto no sirve para nada”, son clásicos mecanismos automáticos que utilizamos para engañarnos a nosotros mismos y llevarnos sin darnos cuenta a la inercia, a la tristeza, a la apatía e incluso a la abulia. Son la forma perfecta de entrar en un bucle del cual, posteriormente, no sabemos ni salir ni cómo hemos entrado.

Cabe tener en cuenta, que el uso de estas frases de manera puntual no conlleva ningún riesgo, ya que nos permiten tomar aire o darnos un respiro sin sentirnos mal. El problema surge cuando las utilizamos de manera indiscriminada o se convierten en pensamientos automáticos, los cuales irrumpen con tanta que ni si quiera somos capaces de plantearnos si son reales o no, lo que nos deja sin recursos y opciones para salir del bucle en el que nos encontramos o transformar la situación que vivimos.depresion-tristeza

Pero ¿cómo desarticular estos pensamientos? Esta pregunta es la clave. Lo primero y lo más importante es tomar conciencia de cuándo nos asaltan estos pensamientos. Lo segundo, es preguntarnos qué función cumplen o qué ventajas no están aportando (si es que hay alguna). Por ejemplo, ante la frase “No puedo”, cabría preguntarse qué significa realmente qué no puedes o cuántas veces has dicho que no puedes y al final lo has hecho o si en realidad es un “No me apetece”. Si estamos en este último caso ¿la vida consiste en hacer solo lo que uno quiere? ¿cuántas cosas hacemos sin que nos apetezca y además de hacerlas bien, luego nos sentimos realizados? Respecto a “Esto no sirve para nada”, ¿cómo lo sabes, tienes una bola del futuro en tu casa? No podemos esperar que las cosas cambien si nosotros seguimos haciendo lo mismo de siempre. Es como esperar que 2+2 sumen 5 por arte de magia. ¿A qué esperamos para introducir pequeños cambios?

Pero sin duda la frase que más utilizamos y que se convierte en la excusa ganadora es “No tengo tiempo”. Utilizamos esta frase muy a menudo sin casi pensar en el sentido de lo que estamos diciendo. El tiempo se organiza en cuestión de prioridades, por ello tenemos tiempo para aquellas cosas que consideramos importantes o que nos reportan beneficios, ya sean económicos o personales. Por lo tanto, ¿es realmente cierto que no tengo tiempo para hacer algo o es que no está dentro de mis prioridades?

Os animo a reflexionar sobre estas frases que tan a menudo decimos sin pensar en las consecuencias que tienen en nosotros mismos, ya que en la mayoría de las ocasiones nos inducen a preservar el status quo y a fomentar el miedo a realizar determinados cambios que podrían mejorar nuestra calidad de vida. ¿A qué esperamos para dejar de contarnos historias?