Actualmente, en muchas familias, los niños han pasado al ser el centro de la familia, alrededor del cual giran sus padres, cuya misión bien intencionada es dar a sus hijos lo mejor (la mejor educación, las mejores extraescolares, los mejores viajes, las mejores experiencias, etc). De esta manera, la agenda de sus hijos y las suyas propias están repletas de formación, actividades y acontecimientos, sin quedar ningún espacio disponible de tiempo. El objetivo que persiguen estos super padres es que sus hijos estén altamente preparados para su futuro, que vista la cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo invertido ha de ser magnífico.

De ello habla la psicóloga estadounidense Madeline Levine en su libro “Teach your children well” (Enseñe bien a sus hijos). Dicha psicóloga ejerce su labor con los adolescentes de las zonas más acomodadas de San Francisco y según su experiencia el que los padres estén constantemente atentos y expectantes de lo que sus hijos hacen, estudian, tienen o logran, no se consiguen los resultados deseados.

Como todos sabemos, la cultura estadounidense en altamente competitiva y en este sentido, la paternidad y la crianza también lo son. De esta manera, el ser “buenos padres” y que nuestros hijos “triunfen” se convierte en una carrera que no cesa. De hecho, dicha tarea de estar pendiente de los hijos no acaba con el ingreso de éste a la universidad que los padres querían, sino que éstos les acompañan hasta el campus e incluso hablan con sus profesores.

padres-deberesEsta inmensa tarea de supervisar deberes, hacer meriendas y comidas, poner y quitar la mesa, vestirles, organizar sus agendas, llevarles a mil clases diferentes, estudiar con ellos…agota tanto a los padres como a los hijos y pone en peligro el desarrollo autónomo y la autoestima de nuestros hijos, ya que no se les permite aprender de sus errores y sentir su independencia. Cuando estamos tanto tiempo “encima” de ellos, el mensaje que les lanzamos es “estoy aquí contigo porque tú solo no puedes”.

Levine afirma que hay diferentes formas y grados en la Hiperpaternidad, encontrándonos de esta manera con los “padres helicópeteros” que vigilan sin tregua la vida de sus hijos, los “padres apisonadora” ocupados en allanarles el camino a sus hijos para que no sufran ni tengan dificultades, los “padres chófer” que van de un lado a otro llevando a sus hijos a diferentes actividades, los “padres hiperprotectores” que intentan evitar cualquier accidente a sus hijos como subirse a un árbol o a un columpio más alto, los “padres bocadillo” que van detrás de sus hijos con la merienda en la mano para que coman y las “madres tigre” que dirigen las vidas de sus hijos de principio a fin, sin discusiones.

¿Qué consecuencias tiene la hiperpaternidad? Estos niños parecen no necesitar nada, ya que lo tienen todo aparentemente, sin embargo, se sienten frustrados, aburridos e infelices y lo que más les gustaría es tener una “vida propia”, fuera de las exigencias y expectativas de sus progenitores.

¿Cómo sabemos que somos Súper Padres? Lo más fácil de identificar es que los súper papás hablan en plural (“mañana tenemos un examen”, “perdimos el partido de fútbol”, “hemos suspendido”) y tienden a responder por el niño cuando se les pregunta. Otra señal importante es que el niño tenga llena la agenda o que se le dé de comer o se vista a un niño mayor de cuatro años, hacer los deberes con un niño mayor de nueve años, o prepararle la mochila y gestionarle la agenda o el tiempo de estudio a un niño de diez años. También cabe señalar que un niño de once años no haya ido nunca a hacer un recado solo, como comprar leche, o que uno de doce no utilice su propio despertador.

¿Cómo podemos ayudar los padres? La idea no es atender menos o dejarles hacer lo que quieran, no tenemos porque irnos al polo opuesto, sino ejercer nuestra paternidad desde otro punto de vista, cambiando nuestras prioridades. Ello implica ser conscientes de las necesidades emocionales de nuestros hijos para no dañarlos, es decir, aprender a escucharles para poder ayudarles.

Por otro lado, basta con estar presentes de forma “silenciosa” y con conciencia. Esto significa dedicarles tiempo y estar disponibles para ellos, por si quieren jugar, hablar o simplemente compañía. Estar con ellos no es que nos acompañen a hacer la compra, fregar los platos mientras nos hablan o llevarles de una actividad a otra. Estar con ellos significa estar atentos a sus señales verbales y no verbales, con cuerpo y alma. ¿Cuántas veces les hemos dicho a nuestros hijos que les estamos escuchando mientras barremos la casa o pensamos en qué hacer de cena?

Para poder salir de esta hiperpaternidad lo primero de podemos hacer es relajarnos y respirar, para posteriormente poder dejar ir poco a poco a nuestros hijos e ir creando espacios donde ellos puedan sentirse libres (como tiempo de juego sin estructurar para que desarrollen su creatividad y puedan gestionar su tiempo) y aprender de sus errores, así como asumir responsabilidades acordes a su edad y sentirse autónomo y eficiente. Con tanta actividad no hay sitio para el juego libre y esté constituye un elemento clave en su desarrollo.

Los niños no quieren súper padres, quieren que confiemos en ellos y en su capacidad para buscar sus propios recursos y salir adelante.