Vivimos en una sociedad en donde normalmente tenemos la tendencia de esconder las emociones, negarlas o reprimirlas por considerarlas inadecuadas, darnos vergüenza expresarla o pensar que su expresión va a tener consecuencias catastróficas (como suele ocurrir en el caso de la expresión del enfado).

Ello hace que vivamos el mundo de las emociones como algo dicotómico, o son buenas o son malas, o nos favorecen o son peligrosas. Dicha dicotomía empobrece enormemente nuestro sentir y el de que nos rodea, así como las funciones que las emociones cumplen en nuestra supervivencia.

emocionesAnte esta situación ¿qué podemos hacer? Pues como propone Pepa Horno en su libro “Un mapa del mundo afectivo: el viaje de la violencia al buen trato”, quizás el primer paso consiste en valorar y ser conscientes del papel de las emociones en nuestra supervivencia y nuestro aprendizaje, ya si no nos doliera una parte del cuerpo en la que nos hemos hecho daño, no acudiríamos al médico, por ejemplo y no habríamos aprendido a pedir ayuda.

Cuando nos encontramos con emociones intensas, podemos esperar un tiempo para que dicha intensidad disminuya y así nos sea más fácil manejar la emoción y expresarla como nos gustaría. Si nos enfadamos podemos elegir entre dejar salir al enfado sin filtro ninguno o podemos tomarnos un tiempo para ver si lo que realmente sentimos es enfado u otra emoción, como la tristeza, ya que ambas van más de la mano de lo que nos imaginamos. En este tiempo también podemos reflexionar sobre el origen del enfado y qué nos gustaría que cambiara, ello nos permite expresarnos de una manera no violenta.

Otra herramienta útil que nos propone Pepa Horno es intentar reformular la emoción en positivo (siempre que se pueda) y si no, contener la emoción. Por ejemplo, no nos podemos quitar el dolor, pero sí curarnos la herida, buscar consuelo y contacto físico.

Respecto a qué hacer en nuestro alrededor, podemos ayudarles en esta labor haciéndoles de espejo de sus emociones, es decir, ayudándoles a identificarlas, ponerles nombre y validar su existencia, sin juicios, ni consejos; es decir, quitarnos de la boca el “ya está, ya pasó, no pasa nada”, que solo sirven para negar lo que ocurrió. En estas situaciones podemos decir, “vaya, veo que te has hecho daño, ha debido de ser una situación difícil” u otras frases similares.

No podemos olvidar que las emociones juegan a nuestro favor si las escuchamos y les damos su sitio, si no nos empeñamos en negarlas o relativizarlas. ¡Ánimo con ello, es cuestión de conciencia y de práctica!