Esta es la nueva moda que se ha impuesto en algunos centros escolares de Reino Unido, no dejar que los niños tengan un mejor amigo. Los docentes partícipes de dicha moda abogan que de esta manera protegen a los niños ante la ansiedad de separación que supondría tener que separarse de su mejor amigo debido a diversas circunstancias y que además, de esta manera se fomenta la integración y las relaciones de igualdad.

La verdad es que la primera vez que me lo comentaron no me lo podía creer, ¡Que un niño no pueda elegir si quiere tener un amigo íntimo o no! Todos en nuestra infancia hemos establecido relaciones más íntimas con algunos amigos que con otros, dichas relaciones han podido mantenerse estables a lo largo de un tiempo y otras no, pero ello forma parte de los aprendizajes de la vida y de nuestro crecimiento personal. La infancia y la adolescencia es la época ideal para establecer relaciones cercanas, escoger con qué personas queremos intimar y con cuáles no, aprender las diferencias entre amigos “de verdad”, conocidos, compañeros de clase y “compañeros de fiesta”. Si no probamos y nos equivocamos en esa etapa ¿cuándo lo haremos? ¿cómo vamos a saber quiénes nos aportan y el qué, y quiénes “nos restan”? por otro lado, el que un niño sea capaz de establecer vínculos sanos e íntimos con sus iguales es motivo de alegría y orgullo, ya que ello nos dice que ese niño es emocionalmente fuerte.

Por ello, que el motivo principal de esta moda sea evitar “pequeños sufrimientos por la separación” no me parece, a nivel personal, un motivo de peso suficiente para establecer dicha dinámica en el centro escolar. De hecho, cada día me encuentro con más niños que toleran mal la frustración o que se enfadan en cuanto sus deseos no se satisfacen inmediatamente o porque no saben canalizar sus emociones. Ante ello, yo me pregunto ¿No sería más útil acompañarles en este “sufrimiento”, ayudarle a identificar la situación, las emociones qué les genera, qué hacer con esas emociones y cómo afrontarlo? ¿Cómo vamos a pedirles luego, cuando sean adultos, que superen una ruptura amorosa si no han podido elaborar pérdidas más pequeñas cuando eran niños? Es decir, ¿por qué no ayudarles a despedirse? Igual de importante es aprender a vincularse y relacionarse con otras personas, como aprender a despedirse de éstas, ya sea porque esa persona ya no nos aporta nada, o porque cambie de residencia, o por fallecimiento, etcétera.

Por otro lado, ¿conocemos las ventajas que suponen para nosotros el poder tener un amigo especial? El hecho de tener una relación íntima con alguien a esa edad nos permite poder confiar en alguien, contarle nuestros secretos y problemas, compartir nuestras alegrías y penas…ser capaces de exponernos y presentarnos al otro tal y como somos. Ello conlleva la aceptación incondicional tanto de nosotros mismos (como personas de valía), como una aceptación incondicional de la persona que tenemos en frente (nuestro mejor amigo), con sus virtudes y sus defectos. Desde mi punto de vista, esta es la lección más valiosa que puede aportarnos la vida.

De todas formas, os animo a que valoréis por vosotros mismos y leáis la siguiente noticia que llegó a mis manos.