Cada vez me llama más la atención que a medida que avanzamos científicamente, nos empeñemos más en reprimirnos emocionalmente, es como si progresáramos en un sentido y no sólo olvidáramos el otro, sino que volveríamos hacia atrás.
Es curioso como desde pequeños nuestros padres y familiares nos han dicho frases del tipo “Cuando lloras te pones muy fea” o “Los niños no lloran”, arrastrando este tipo de creencias hasta la adultez, donde empezamos a asociar el llanto con debilidad o vulnerabilidad, entre otras características negativas. Pero ¿alguien se ha parado a pensar en el beneficio de llorar?
el-llantoEl llanto también tiene una función biológica y no sólo de supervivencia. Cuando somos bebés lloramos ante una necesidad fisiológica que no ha sido resuelta, como que nos den de comer o que nos cambien los pañales, también lloramos cuando tenemos necesidades de cercanía y contacto, como que nos cojan o nos balanceen, pero también es una manera de mostrar emociones como el enfado, la tristeza o la rabia, entre otras. Pero quizás lo más importante de todo es que a través de las lágrimas liberamos el estrés (tanto los bebés como los adultos).
Llorar es también un mecanismo de afrontamiento del estrés, una forma de liberar tensiones acumuladas por diferentes situaciones, de relajarnos. De hecho, William Frey, un bioquímico que estudió la composición de las lágrimas humanas, descubrió que contenían sobre todo ACTH (hormona adenocorticotrópica) y catecolaminas. Dichas sustancias juegan un papel vital a la hora de preparar a nuestro cuerpo ante una situación que consideramos como peligrosa o estresante, nos prepara físicamente para defendernos. Una vez transcurrido dicho suceso, si no eliminamos estas sustancias de nuestro cuerpo, nos mantendremos innecesariamente en un estado de alerta y activación, sin llegar a recuperar nuestra homeostasis o equilibrio.
Por ello, al igual que la excreción de orina o heces, sudar o exhalar el aire tienen una función específica dentro de nuestro organismo, esta es la función de las lágrimas, ayudarnos a re-establecer nuestro equilibrio interior. Después de llorar, la tensión arterial, el pulso y la temperatura corporal descienden a niveles muchos más bajos que tras realizar ejercicio físico intenso durante la misma cantidad de tiempo, según han demostrado diferentes investigaciones. Ello unido a que después del llanto las ondas cerebrales están más sincronizadas, contribuye a que se produzcan efectos relajantes en nuestro cuerpo.
Por otro lado, todas aquellas emociones que no expresamos o que intentamos reprimir suelen quedarse en alguna parte de nosotros, en nuestro interior, como si fuese una mochila que vamos cargando. En este sentido vale la pena preguntarse cuánto peso estamos dispuestos a cargar.
Por todo lo expuesto anteriormente, el acto de llorar es tan importante en nuestras vidas como comer o dormir, ya que potencia nuestro bienestar y contribuye a la supervivencia. Quiero hacer una llamada de atención hacia las emociones y la expresión de éstas, ya que ninguna emoción es buena o mala per se, sino que cada una de ellas nos informa de algo, cumple una función. La importancia radica en aprender a reconocerlas y a gestionarlas de una manera adecuada, es decir, aprender a usarlas en nuestro beneficio.