“NO”, una palabra pequeña, pero que sólo el hecho de pensarla puede producir desde malestar hasta pánico. Es fácil decir “SÍ”, ya que va ligado a sentimientos, sensaciones y pensamientos positivos, pero la naturaleza del “NO” está unida al conflicto, al error o al fracaso, todo es negativo y no hay cabida para que, aunque no se realicen los deseos de los demás, uno mismo pueda sentirse bien o satisfecho. Decir que “no” a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestro jefe…son situaciones que nos producen un estrés innecesario.

decir-noAl tener esta idea preconcebida del “no”, es casi inminente que una vez que tengamos que utilizarla, sea algo que nos produzca miedo, sobre todo a los resultados o reacciones que pueda provocar, y ello nos lleve a actuar de manera fraudulenta. Curiosamente, cuando decimos “no” a algo o a alguien, también nos ayudamos a nosotros mismos a establecer nuestros propios límites, determinar mejor nuestras metas y a llegar a satisfacer mejor nuestras necesidades.

Vivimos en una sociedad en la que reina el concepto de la imagen, del “qué dirán”. Anteponemos las necesidades de los demás a las nuestras, indicando con el “sí “que podemos agradar a los demás mostrándonos comprensivos y solícitos, pero olvidándonos de nosotros mismos. Al primar nuestro entorno en vez de nosotros mismos, si tenemos que decir “no”, lo retrasamos el mayor tiempo posible, con excusas y disculpas, incluso en ocasiones llegando a mentir, cuando no tenemos ninguna necesidad.

Lo que realmente da miedo es romper la armonía que reina en nuestra vida y en sus diferentes ámbitos. Es verdad que enfrentarnos a un cambio, (por pequeño que sea), siempre puede desestabilizar nuestro mundo, ya que la incertidumbre es inquietante, pero si encima hay que decir “no” y no sabemos cómo, esto puede llevarnos a la frustración y a sentirnos mal con nosotros mismos, y a volver a decir que “sí” por compromiso, dejando de lado de nuevo lo que realmente queremos.

Las personas a las que más les cuesta decir “no”, suelen ser personas que tienen una baja autoestima, o poca confianza en sí mismas. Están buscando continuamente una aprobación que les ayude a reafirmarse en cada cosa que hacen o dicen, y esto puede llegar a resultar agotador, y aquí es donde es necesario cambiar. No se nos puede olvidar que al negar algo, también estamos afirmando otras cosas, y que no hay que complacer siempre a otras personas solamente por el mero hecho de quedar bien.

Y a la hora de hablar de “noes” es importante resaltar la importancia de los límites. El concepto de límite es extremadamente importante para que podamos llevar una vida emocional más o menos equilibrada que nos permita satisfacer nuestras necesidades y conseguir nuestros objetivos. Poner límites, rechazar, o decir que no, no es sinónimo de ser una persona egoísta, por el contrario, nos ayuda a no complacer innecesariamente a otras personas y que no abusen de nosotros y nuestra confianza de manera reiterada.

Una vez que estamos dentro de este círculo vicioso, es muy difícil salir, porque es más fuerte la necesidad de sentirnos aceptados que la necesidad de realizar lo que realmente deseamos.

La mejor manera de empezar a practicar el decir no es analizar el “como”. Una buena manera de empezar es tener clara nuestras prioridades, ya que siempre es más fácil saber lo que no queremos, y eso nos llevará de manera más segura a saber qué es lo que realmente queremos.

Otro aspecto que se debe cuidar es la forma, siempre con el máximo respeto, pero sin adornar nuestros argumentos o dar excesivas explicaciones. Una buena forma puede ser que tras decir el “no”, expongamos la razón más importante por la cual nos negamos.

Trabajar la confianza en uno mismo es fundamental para poder llegar a conseguir lo que queremos, y decir no de manera sana forma parte del proceso.