En el supermercado encontramos numerosos alimentos cuyo enganche comercial es “enriquecido con Omega-3” o “rico en Omega-3”, pero ¿por qué son tan importantes los ácidos grasos tipo Omega-3?
Omega3Los ácidos grasos esenciales son fundamentales  para el desarrollo y funcionamiento de nuestro cerebro. De hecho, dos tercios de nuestro cerebro esta formado por ácidos grasos y éstos forman el componente principal de las membranas de las células nerviosas, las cuales, a su vez, tienen la función de comunicarse con el resto de las células de nuestro organismo. De hecho, si mantenemos una alimentación equilibrada y rica en Omega-3, nuestra células se tornarán más fluidas y comunicativas, lo que repercutirá en una mayor capacidad de aprender y una mayor flexibilidad. Además, dichos ácidos grasos también se relacionan con los neurotransmisores de la energía y el buen humor, lo que nos ayuda a prevenir la ansiedad, el estrés y los síntomas depresivos.
Un momento de nuestra vida en el que la ingesta de los Omega-3 cobra especial relevancia es en el embarazo y el post-parto. En estos momentos vitales de la mujer, la mayoría de los ácidos grasos esenciales que consuma irán destinados al feto, ya que éste los necesita para desarrollar su organismo y su cerebro. Situación que se prolonga a través de la lactancia materna. Por este motivo es crucial una alimentación adecuada tanto durante el embarazo como después de dar a luz.
Por otro lado, cabe destacar que dichos ácidos se denominan “esenciales”, porque nuestro organismo per se no puede fabricarlos, por lo que los tenemos que tomar del exterior. Pero ¿dónde podemos encontrarlos? Son numerosos los alimentos que contienen Omega-3, desde los pescados como la caballa, las anchoas, el salmón, el arenque y las sardinas, hasta los frutos secos y las verduras, como son las nueces, las espinacas o los berros, entre otros.
Por todo ello, desde aquí os animo a llevar una alimentación equilibrada y tal y como decía Hipócrates “Deja que tus alimentos sean tu remedio y que tu remedio sea tu alimento”.

Fuente: «Curación Emocional», David Servan-Schreiber